Experimentos con ratas demostraron que la comida chatarra afecta al “sistema de recompensa”, desencadenando un sentimiento de bienestar que satisface provisionalmente a las personas.
Quien se atiborra sin freno con salchichas grasientas, fritos o pasteles, puede desarrollar una dependencia de esos productos tan fuerte como la de un drogadicto, según un estudio de investigadores estadunidenses publicado por la científica Nature Neuroscience.Al impedir dejar la llamada “comida chatarra” rica en calorías, el cerebro hace la misma jugada que la que sufren fumadores o adictos al sexo, la heroína o la cocaína
El equipo de investigadores alimentó a los roedores con todo lo que también atrae a los seres humanos: panceta, salchichas o tarta de queso.
Apenas comenzado el experimento, las ratas empezaron a engordar.
Al quitarles la comida con alto contenido graso y sustituirla por ensalada y verduras, rechazaban los alimentos y preferían sufrir hambre.